Publicado originalmente por Autism Asperger's Digest Magazine y Traducido por: Maria Estefania Millan
Diez a quince años atrás los que trabajamos en el campo de los trastornos del espectro autista (TEA) recién estábamos comenzando a aprender lo que eran las habilidades sociales. Era nuevo para nosotros: el hecho de que los niños con TEA no aprendían observando a otros, no entendían que diferentes personas tienen reacciones diferentes...
El siguiente artículo ha sido traducido con la intención de captar el significado original deseado. Al leerlo, por favor tenga en cuenta que en la traducción muchas veces es difícil captar la sutileza del significado deseado. Sin embargo, esperamos que la mayoría de los conceptos sean fieles al original.
Diez a quince años atrás los que trabajamos en el campo de los trastornos del espectro autista (TEA) recién estábamos comenzando a aprender lo que eran las habilidades sociales. Era nuevo para nosotros: el hecho de que los niños con TEA no aprendían observando a otros, no entendían que diferentes personas tienen reacciones diferentes ante el mundo que les rodea, y que ciertas habilidades que todos parecemos aprender por ósmosis (como la forma de pedirle a un niño jugar o compartir un juguete, o qué no decirle a la maestra) tuviera que ser enseñado en forma concreta, paciente y repetida a estos niños.
Ahora avancemos a la actualidad. Hemos dado un gran salto en nuestra comprensión de la enseñanza de habilidades sociales (es decir, la enseñanza de acciones sociales apropiadas). Abundan los programas formales, junto con libros de tipo manual con instrucciones detalladas. Los padres "captan" y la mayoría de los maestros comprenden la necesidad de incorporar objetivos de habilidades sociales al Plan Individual de Educación del niño.
Sin embargo, algo sigue faltando. Hay una pieza de este rompecabezas de habilidades sociales que aún sigue siendo nebuloso e indefinido, a veces casi incomprensible. Se llama pensamiento social y recién estamos empezando a apreciar el papel monumental que desempeña en la enseñanza y en el aprendizaje dentro de la comunidad del autismo.
¿Qué es exactamente el pensamiento social? Vamos a tratar de describirlo de una forma sencilla para que se comprenda.
¿Has notado cuán cuidadosamente eliges tus palabras cuando vas a una entrevista de trabajo o la forma en que miras, discretamente, tu reloj cuando estás hablando con otra persona? ¿Qué te sucede cuando te encuentras en una situación social completamente nueva? ¿Qué es lo primero que haces? Observas a los demás y luego imitas sus acciones (o no, ¡dependiendo del éxito de la persona que estás observando!) Eso es el pensamiento social. Es lo que hacemos antes de actuar.
Sin darnos cuenta, aquellos de nosotros que nos desarrollamos a lo largo de una trayectoria normal de aprendizaje social ("neurotípicos" o NT) intuitivamente desarrollamos un "entrenador social interno". Este entrenador se inicia en la infancia y continúa evolucionando sin parar a través de nuestras vidas. El sentido social que obtenemos nos ayuda a negociar el cambiante y contextualizado mundo de las interacciones sociales. Sin una instrucción directa aprendemos cómo comportarnos en presencia de los demás. Tropezamos un poco mientras somos jóvenes, pero pronto aprendemos habilidades más sofisticadas. Llegamos a comprender que las interacciones con una o más personas implican más que sólo las conductas externas. Su éxito depende de un cuidadoso movimiento de ida y vuelta que incluye la evaluación de nuestras propias necesidades y las de los demás, la historia (si existe) entre nosotros, y lo que pensamos el uno del otro durante la interacción. ¡Es complicado! ¡Y en constante cambio! Un niño aprende que cuando su compañero de juego gira su cuerpo o comienza a mirar alrededor de la habitación, esos son signos de aburrimiento y que necesita cambiar algo para mantener al otro interesado. Como adulto aprendemos a esperar hasta que el jefe no nos está mirando en una reunión antes de mirar la hora en nuestro reloj.
Nuestra capacidad para considerar otros puntos de vista, entender que nuestro comportamiento afecta lo que los demás piensan de nosotros, y que podemos cambiar su forma de pensar (para bien o para mal) no es algo que se nos enseña directamente. En cambio, es aprendido intuitivamente a través de la experiencia social en una mente pre-programada desde el nacimiento para trabajar de esta manera. Aun siendo bebés nuestro aprendizaje social está activo. Los bebés miran a la mamá como una fuente de información: ¿es esta persona amable? ¿Tengo que tener miedo en este nuevo lugar? Desde el primer año de vida, los niños señalan algo de interés y buscan a los padres para compartir su alegría. Ya tiene sentido para ellos que algo que les resulta divertido puede ser divertido para los demás también. Los círculos de comunicación y las experiencias compartidas crecen más y más. Aprendemos acerca de los pensamientos y emociones de otras personas, y a medida que envejecemos, nos volvemos cada vez más sofisticados en nuestra capacidad para determinar los motivos de la gente, el conocimiento y las experiencias previas, los sistemas de creencias y las personalidades.
El pensamiento social es necesario cada vez que compartimos el espacio con otros, incluso si no interactuamos con ellos. A menudo ajustamos nuestro comportamiento basado en lo que pensamos que la otra persona podría estar pensando. ¿Puedes recordar alguna vez en que cruzaste la calle para evitar la interacción con un extraño que te pareció sospechoso? ¿O cuando evitaste el contacto visual y fingiste que no habías visto a alguien en una habitación para evitar una posible interacción?
El pensamiento social también entra en juego de otras maneras. Lo usamos cuando leemos libros para considerar los motivos de los personajes y comprender sus acciones en contexto. Lo usamos de la misma manera en la expresión escrita, o cuando miramos televisión, o cuando recordamos una conversación que tuvimos con alguien que no resultó de la manera que queríamos.
Aquellos que nacen con su cableado cerebral de pensamiento social completamente funcional puede resultarles difícil apreciar la ausencia de este aprendizaje intuitivo social. ¡Es tan natural para los neurotípicos que tratar de imaginarlo de otra forma es, quizás, impensable! Enseñamos y entrenamos a otros predominantemente a través de un marco basado en el pensamiento social. Pero, ¿qué pasa con aquellos que no tienen este marco innato? ¿Cómo podemos llegar a ellos?
El pensamiento social y las habilidades sociales relacionadas pueden estar alterados leve o significativamente en las personas del espectro autista, en personas con trastorno de aprendizaje no verbal y en muchas personas con TDAH. Estos individuos experimentan problemas para aprender, procesar y responder a la información social en forma rápida y eficaz. En el lado más deteriorado del pensamiento social, por ejemplo, las personas con diagnóstico de "autismo clásico" pueden no ser conscientes de que diferentes personas tienen diferentes pensamientos. Algunos niños interrumpen una conversación a mitad de la frase, porque piensan que todo el mundo alrededor de ellos comparte el mismo pensamiento exactamente en el mismo momento. Las personas de alto funcionamiento, diagnosticadas con el Síndrome de Asperger, tienen a menudo un dilema doble. Su gran inteligencia y capacidad verbal y expresiva nos confunde al pensar que su pensamiento social es igual de apto. Sin embargo, esto suele ser una suposición falsa. Si bien pueden ser conscientes de que otras personas tienen pensamientos diferentes a los suyos, luchan para interpretar estos pensamientos y responder a ellos a la velocidad de una interacción social que pueden durar no más de unos segundos. Estos niños y adultos luchan desesperadamente para encontrarle sentido al mundo social, sin la ayuda de la enseñanza y del servicio de apoyo que beneficia a aquellos con deficiencias más evidentes.
En esta nueva columna de recopilación, vamos a explorar lo que significa pensar socialmente y discutir formas prácticas para enseñar a las personas con TEA esta habilidad que mejora la vida. Vamos a mostrar que la información social no es estática, sino que es parte de un sistema dinámico y sinérgico de pensamientos y acciones, cuyas reglas varían en sutilezas y complejidad con la edad y en diferentes ambientes. El pensamiento social no proporciona un guión, sino que proporciona una ruta con muchas opciones para ayudar a nuestros pacientes a interactuar y resolver problemas. Cuando los pensamientos detrás de sus acciones comienzan a cambiar, notamos que sus acciones sociales mejoran exponencialmente.
La enseñanza del pensamiento social y de las habilidades sociales relacionadas no es un enfoque lineal, fácil de dividir en una secuencia de pasos que se pueden repetir exactamente igual una y otra vez. ¡Ese es el desafío, pero también es lo que hace que esta área de la enseñanza de niños con formas de autismo de más alto funcionamiento, sea una aventura fascinante y creativa!
Traducido por: Maria Estefania Millan.
Equipo Socializarte.